martes, 28 de mayo de 2013

Las lluvias y sus consecuencias

@caleroedwin
Con la ola de calor sofocando a los pobladores de esta desordenada ciudad que coqueteaba todos los días con los 38º, y las calles con sus espejismos provocados por el aire caliente que se levanta del pavimento, generaban que todos pidiéramos que lloviera, y que lloviera fuerte, aún sabiendo que las consecuencias serían desastrosas.

Y llegó el primer chaparrón de agua del 2013 y, las miserias de la ciudad quedaron expuestas. Basura por todos lados, desbordes de los cauces y manjoles, atolladeros por todas partes y docenas de autos apagados en plenas vías públicas, provocando caos vehicular y mucha exposición de personas al peligro.

Y también se inundaron hogares, personas arrastradas y rescatadas de las furiosas corrientes que se deslizan como hambrientas serpientes por los cauces. Y a la hora de hacer un resumen de las devastaciones, concluimos como siempre que los sucios habitantes de esta ciudad son los verdaderos causantes de tantos improvistos que genera la lluvia.

En el campo al amanecer del siguiente día después de la primera lluvia, se disfruta del nacimiento del verde, nuevas plantas toman forma y con ello la fauna se enriquece. Llegan cualquier cantidad de nuevos insectos y con ello la variedad de vida se incremente en los campos, dando color y una sensación espectacular de vivir la vida.

Pero en la ciudad, la gente bota basura por todos lados y a toda hora, estancando los cauces y manjoles, y pensar que las campañas de vivir bien, vivir bonito que tienen mucha lógica social y necesidad de implementarlas por el gobierno, ante la mala educación hogareña de muchos, son satanizadas por seudos periódicos, políticos o curas que buscan cualquier detalle para atacar.

Que rica estuvo la ciudad, mientras era azotada por el aguacero, digna del mejor tibio hecho por la abuela, ese recuerdo que nos dejará grabado en la memoria o en el paladar. O del chocolate caliente en la casa de los aprendices de burgueses, o del humo de la tacita de café que digiere el agente de seguridad, a quien le cae la lluvia de principio a fin.

Si botáramos menos basura en la calle, si cuidáramos más al planeta, el disfrute de las lluvias sería un deleite igual o mejor al que se vive en el campo, dónde el ruido de la lluvia azotando los árboles es más intenso y más cálido, que escuchar las bocinas de los autos que corren más rápido bajo los aguaceros, aunque sus conductores sepan que las llantas que usan carecen de seguridad a la hora de un derrape.

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