@caleroedwin
Una
de las hermanas de mi esposa, me invitó el domingo pasado a un culto de acción
de gracias en su casa. El 25 de diciembre se cayó y su rodilla apenas sufrió
una fisura, hoy que está recuperada agradece a Dios su misericordia por que las
consecuencias pudieron ser peores. Sin embargo, lo pintoresco de la jornada fue
que se jugaba el Clásico del fútbol español, a la misma hora del servicio
religioso.
A
mi cuñada le importa un bledo los deportes, la política y los sucesos sociales.
Ella vive para trabajar y ser religiosa, las agendas sociales no cuentan para
ella. Junto a mi familia disfruté en casa de la primera mitad del Clásico y
luego enrumbamos hacia el norte, al servicio religioso.
Sin
embargo, aunque la hora convocada eran las tres de la tarde, mismo momento que
iniciaba la segunda mitad del juego. Resultado, la mayoría de las sillas vacías
y los que llegamos puntuales, a esperar a “los otros”, los impuntuales por
razones terrenales, o banales diría mi madre.
Cuando
el Reverendo comenzó su predica, su rebaño recibió la exhortación puesto que no
concibe ni acepta que un “Clásico”, once contra once en el terreno de juego, o
4 locos detrás de una “pelota” diría una amiga, hayan preferido ver todo el
juego que ir a recibir palabra de Dios. “Ojalá que cuando el Señor venga a
buscar a su pueblo, (recriminó en voz alta, para que escuchara el vecindario
completo) no estén jugando esos tales equipos del Barcelona y Real Madrid”.